La Bienal Centroamericana 2: la sociedad centroamericana y sus mecanismos de poder

« Saludar al vecino ; acostarse a una hora

Trabajar cada da para vivir en la vida

Y contestar solo aquello y sentir solo esto

Y que Dios nos ampare de malos pensamientos ;

Cumplir con las tareas, asistir al colegio

¿Qué dirá la familia si eres un fracasado?

Ponte siempre zapatos, no hagas ruido en la mesa

Usa medias veladas y corbata en las fiestas.

Las mujeres se casan siempre antes de 30

Si no vestirán santos, aunque así no lo quieran

Y en la fiesta de Quince es mejor no olvidar

Una fina champaña y bailar bien el vals… »

Ya la esta tarareando, ¿verdad? Si esta canción de Shakira tuvo tanto éxito cuando salió su disco epónimo (Pies Descalzos) en 1995, no es un azar: para los Latinoamericanos, y quizás con mayor énfasis para los jóvenes de Centroamérica, esta letra resuena como un portavoz de lo que todos sufrimos y nadie ya ve: las estrechas reglas de comportamiento social. Si algo nos une en Centroamérica, a diferentes niveles sociales, en zonas urbanas y rurales, es la omnipresencia del qué dirán. “Hazte fama y échate a dormir” se escucha, y aumenta la censura y autocensura. Todo tiene su regla implícita: como vestir, a quién frecuentar, a qué lugares salir, qué decir y de qué manera, cómo actuar según las diferentes situaciones, qué valores defender, qué modales observar en la mesa, a qué edad casarse y con qué tipo de persona, qué profesión ejercer, y hasta a qué horas hay que estar dormido, en su cama. Todo eso para entrar en la categoría de “gente de bien”, para defender el honor de la familia o de la comunidad, o simplemente para evitar que las malas lenguas hablen. “Pueblo chico infierno grande”. Y más vale cuidarse. Esta serie de reglas no está escrita en ninguna parte pero llega a ser tan omnipresente e integrada que se va marcando en las miradas, en las actitudes, en las palabras… se concreta en actos a veces violentos, en las pastillas antidepresivas. Quizás no sea un azar si en los países de Centroamérica la taza de alcoholismo llega a ser tan alta. Alguna escapatoria había que encontrar… y paradójicamente, el consumo de alcohol se beneficia de una buena aceptación social.

Como siempre, los artistas ponen el dedo en la yaga. En la Décima Bienal de Centroamérica, muchos trataron a través de las obras presentadas el tema de los modelos sociales, los roles impuestos, los buenos modales. Sobre esto será mi segundo análisis de la Bienal Centroamericana.

La instalación Tocar/No Dominar presentada en el Centro Cultural de España de San José (sede El Farolito) es particularmente sugestiva. El artista y comisario Diego Del Pozo Barriuso dirigió 5 talleres en Nicaragua y Costa Rica: la instalación en El Farolito es el resultado de ese trabajo colectivo de reflexión y recolección. ¿Qué significa ser hijos o hijas; ciudadanos; empleados o jefes, miembros de nuestras sociedades? ¿Cómo comportarse en público? ¿Quiénes somos en la familia, cual es el papel del hombre y de la mujer? ¿Qué significa, al final, “ser exitoso” o “ser feliz”?

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Más que dar respuestas, los artistas formulan todas esas preguntas al público. Así lo incitan a que, en vez de responder mediante el prisma de la sociedad, intente hacerlo desde su propia opinión.  A través de diferentes medios (collages, foto, video, instalación, dibujo, etc.) se analiza también cómo se van formulando las emociones aceptadas socialmente.

El artista argumenta: “Los discursos dominantes desde el poder nos hablan de que el odio o el miedo no responden a una política social determinada pues son emociones, y como tales responden a lógicas subjetivas y solo psicológicas ; sin embargo este discurso genera una psicologización y privatización de las emociones que sigue perpetuando una fuerte violencia social »

En esta sala, se ven obras de diversa índole.

Un collage mural con recortes de manuales de buenos modales para niños, fotos antiguas de familias « felices » y recortes de periódicos llama a reflexionar sobre los papeles que se suponen deben desempeñar los miembros de una sociedad. Un rompecabezas de madera con palabras designando grupos sociales que sufren de la discriminación (« Indio », « Gay », « Mujer », « Nica », « Gordo », « Enfermo », etc.) invita al público a armar frases y crear su propio diccionario de connotaciones, sin preocuparse de las convenciones.  Una obra que me pareció muy fuerte fue una instalación en la que un esquema marca los límites de la visión monocular, pero en vez del esperado ojo el artista instaló un machete. El arma blanca tan simbólica de la cultura tradicional de Centroamérica remplaza el órgano visual, con una explicación oftalmológica. En otros términos : nos cortamos, literalmente, la vista.

A la salida de la exposición, una grabación llamada « Yo me Exotizo » hace sonreir al que escucha : a través de una instaación sonora con vinilo, Patricia Belli, Sebastián Belli, Federico Alvarado, Miguel Díaz, Andrés Morale sy María Feliz Morales expresan quiénes son, más allá de las máscaras, sin tabús ni censura, con palabras crudas y un tono de voz atrevido, asumido. Un cuaderno invita al público a intervenir también, y a escribir su forma de « exotizarse ».

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En el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, varias obras hacen referencia a situaciones de dominación de género.

El artista hondureño Roberto Guerrero crea un collage donde presenta su identidad a la vez masculina y femenina, como un manifiesto contra los prejuicios de género.

En esta misma línea, la  artista salvadoreña Abigail Reyes reflexiona a su vez sobre el papel de la mujer en la sociedad. Su instalación “Secretarias” es una suma de  clichés ligados a dicho oficio, sumamente sexuado en América Latina: las flores de plástico, la televisión prendida sobre una telenovela (“Betty la Fea”, nota irónica), el marco de fotos en forma de corazón, el peluche, la máquina de escribir… Al acercarse, el espectador entiende que de ésta sale un rollo de papel con testimonios de secretarias. En una entrevista, Abigail Reyes me explica que son testimonios de mujeres que llevan entre 15 y 30 años de trabajar como secretarias, y que han compartido con ella experiencias en que el jefe ha abusado de su poder. Éste es uno de los muchos testimonios recolectados por la artista:

“Cuando me llamó a la oficina, abrí la puerta y me quedé allí parada.

Me duele la espalda, pongame este parche -me dijo-.

Yo no sé qué cara puse.

Yo no sé hacer eso licenciado -le dije-.

Ay qué mujer, si es bien fácil -me dijo-.

Sí, pero yo no sé hacer eso -le respondí-.”

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Asimismo, la imagen de la secretaria vehiculada a través de telenovelas y de la sociedad en general sigue siendo la de una mujer sumisa y eficaz. “Sé bonita y obedece”.  Abigail Reyes sabe de lo que habla: ella misma fue secretaria (3 años de estudio y 2 ejerciendo la profesión). El rigor, la disciplina, la concepción de la eficiencia, el aspecto físico, y la sumisión son aspectos de la enseñanza que son valorados y hasta requeridos en dicho oficio… Como, en realidad, para todas las mujeres.

Esta obra encuentra un eco en la de la artista guatemalteca Andrea Aragón, quien, con su serie “Super Rubias” resalta un modelo importado y artificial de éxito social, que pasa por el color de la piel y del cabello. Todos sabemos que siendo “canche”, hay más oportunidades de ascensión social que si una es de tez morena y chaparrita… como el 95% de las mujeres de Centroamérica: “Mis amigas de escuela son ahora rubias, porque pueden pagar para verse como quieren ser. Un simple tinte puede subirte de clase social. »

Desde una visión más societal, el artista guatemalteco Benvenuto Chavajay González presentó en el Museo Nacional una obra acción, a la vez happening e instalación, que marcó un hito en la Bienal. Como un eco a la obra de Yasmin Hage (ver artículo “Así es como los artistas Centroamericanos interpretan el siglo XX”), Chavajay reflexiona sobre la ladinización forzada en Guatemala, tomando el ejemplo del apellido “robado” a su propio abuelo: Ixtetelá. Su texto vale la pena ser transcrito:

“Me llamo Benvenuto Chavajay González, hijo de Clara González Baram, nieto de Francisco Ixtetelá González. El apellido “González” fue impuesto a mi abuelo por un trabajador de la municipalidad. Mi abuelo pastoreaba vacas. Cada vaca era un sello en la hoja de la cédula. Cada cierto tiempo, mi abuelo cambiaba de cédula. El trabajador de la municipalidad, un ladino a quien le costaba escribir Ixtetelá, sin informar a mi abuelo, decidió escribir “González” como primer apellido. Mi abuelo era analfabeto. Aclaro, analfabeto según la razón occidental.

Mi abuelo no supo del cambio de su apellido hasta que un hermano menor de mi madre se enteró de la dolorosa anulación de su apellido ancestral. De los cuatro hermanos, dos de ellos llevan consigo ese dolor. Mi madre es analfabeta. Aclaro, analfabeta según la razón occidental.

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Ixtetelá, remplazado varias generaciones atrás por el común González, es recuperado por un acto que se podría calificar de psicomágico: Chavajay le pidió a su madre, analfabeta, que copiara ese nombre con su propia caligrafía hasta recuperar una escritura gráfica, suya. Alrededor de toda una sala del museo, Chavajay pegó con cinta todas esas hojas que poco a poco fueron adquiriendo su propio sentido. Y allí mismo, durante la Bienal, se hizo tatuar su nombre ancestral debajo del ombligo, con la última grafía de su madre, la más cercana a lo que ella verdaderamente es y la más alejada de lo que la sociedad le ha impuesto. Fue una reapropiación de su propia identidad, y de la de su familia.

Legalmente, el artista ha lanzado un proceso jurídico para recuperar su apellido.

La reflexión aquí va más allá de las simples actitudes impuestas o esperadas por la sociedad. El artista, por un acto sumamente personal, resalta la realidad de millones, a quien de alguna forma, se ha negado la propia identidad. El modelo-molde del éxito social, terriblemente homogéneo, no deja espacio a la expresión del verdadero Yo, ya sea éste heredado (como en el caso de las raíces familiares de Chavajay) o, por lo contrario, individual, como en el caso de Roberto Guerrero o los participantes al “Yo me exotizo”.

Obras que subrayan lo que generalmente se oculta, obras que gritan lo que se suele callar, obras que sirven de portavoces de muchas mujeres y hombres centroamericanos, para que logren asumir su verdad, sin censura ni, lo que es peor, autocensura.

Published by ChristinaCM

Chapina parisina en busca de emociones culturales Viajante de lo inaudito Centraca en el alma En papel : licenciada en gestión cultural (Université La Sorbonne Nouvelle - París) y máster de Estudios Latinoamericanos (Instituto de Iberoamérica - Universidad de Salamanca - España). Actualmente: administradora para La Caféothèque - París Fundadora del colectivo de curaduría en cafés Coffeexhibits Fundadora y presidenta de la asociación ACÁ : Asociación Centroamericana en París

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