“Libertad
15 de
septiembre
de 1821”
A lo largo de nuestras vidas hemos visto estas palabras ondear en la bandera nacional: en plazas, escuelas, oficinas, edificios públicos. Nos hemos apropiado ese emblema en manifestaciones y estadios; y el mito del quetzal, alegoría de la Libertad, es parte de nuestra identidad nacional. En ocasión del 15 de septiembre de 2021, a dos siglos de ese momento que, sin duda, ha permeado nuestro inconsciente colectivo, propongo traerlo a la consciencia.
¿Qué significa “Libertad”? Libertad, no es independencia, un término más cercano al sentido histórico; libertad, no es autonomía ni soberanía, que poco hemos tenido como país. Libertad es una palabra que recuerda el viento, el mar, el vuelo de los pájaros.
¿Cuántos músicos, poetas, artistas, la han invocado? La han pensado filósofos desde la Antigüedad, sin agotarla nunca, pues, como felicidad, es un concepto inaprensible, una idea platónica que todos anhelamos y tan pocos logran abrazar.
Es tan íntima la noción de libertad que, colectivamente, la concebimos como esencia. Los seres humanos nacen libres: esta afirmación abre el Artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Aunque venimos a este mundo con un bagaje que condicionará nuestra vida, nuestra humanidad consiste en ser dignos de la libertad que, como seres conscientes, poseemos desde la cuna.
En 2020 nuestra vida se llenó de barrotes legales y mentales. Nunca se habló tanto de libertad hasta que fue puesta a prueba de esa manera. ¿Cómo ser libres, encerrados? nos preguntábamos. Y empezamos a leer historias edificantes en las redes y medios: Epicteto, el filósofo esclavo; Casanova, que reveló su genio encarcelado; o Nelson Mandela, quien, tras 27 años en una celda, fue electo presidente de Sudáfrica. Vienen a mi mente artistas y poetas actuales que son mi eterna fuente de inspiración porque han ido conquistando su libertad de consciencia y de expresión, no sólo en cada una de sus creaciones, sino en su vida diaria. Tienen una ventaja: saben que los barrotes son relativos.
Acercarse al secreto de la libertad es quizás entender de que ésta no es un fin. Es un camino: antes de reflejarse en el mundo, debe nacer en nuestro jardín interior. Andarlo es menos romántico que su ideal: en medio de condiciones que nos impuso la vida, el camino de la libertad consiste en quitarse los pretextos y hacerse responsables dejando de culpar. Avanzar en él es saber que cada paso es una elección. Cuidarlo es ocuparse de cada flor sembrada. Sí, la conquista de la libertad conlleva el reto más grande: asumirla. Solo después de cultivar ese camino en nosotros, lo podremos seguir trazando colectivamente en el mundo. Y entonces, quizás entenderemos que la libertad no es el quetzal, es acompañar al quetzal en el despliegue de sus alas.